Publicado el 22/03/2021

Hotel Puente del Inca. Ruinas de un antiguo esplendor

Las ruinas de este antiguo hotel ocultan un pasado de esplendor y lujos.

La ruta Nacional 7 avanza ganando altura hacia Chile, cortando en dos el paisaje cordillerano de altas montañas nevadas. Un camino cargado de historias, de luchas, por el que el glorioso General San Martín y su ejército cruzaran los Andes en una época en la que esta acción era toda una hazaña.

Como tantos otros en aquellos tiempos, el hotel termal de Puente del Inca llegó a ser todo un icono de su época. Un hotel al que accedían las elites de aquellos años, la gente pudiente que podía gastar grandes sumas de dinero en llegar a este lugar y pagar la costosa estadía.

Puente del Inca es una pequeña localidad cordillerana que se encuentra sobre la ruta Nacional 7 que cruza los Andes para llegar a la República de Chile. Es el paso cordillerano más importante del país. La villa se sitúa a 2700 metros de altura, en medio de un hermoso paisaje cordillerano, de altas montañas nevadas,  con un clima hostil la mayor parte del año.  El nombre del lugar, Puente del Inca, se debe a una formación natural que hace de puente y atraviesa el Río Las Cuevas. Esta formación está asociada a leyendas incaicas, que según se dice conocían la zona antes de la conquista española y venían al lugar para aprovechar la surgente natural de aguas termales que se encuentra justamente debajo del puente y que utilizaban para descansar y curar diversas dolencias. Las aguas surgen de 5 pozos con temperaturas que oscilan entre los 33 a 38 grados, y que según se dice, tienen propiedades curativas.

Justamente son las aguas termales las que le dan el origen y razón de ser al hotel, sumados al entorno de la cordillera, con su aire puro, la nieve y el entorno agreste y tranquilo.  Corría el año 1925 cuando se comienza la construcción de lo que sería para su época un verdadero hotel de lujo, al cual accedían las clases más altas de la sociedad. El avance del tren Trasandino  que unía Mendoza y Chile con un servicio de gran confort  hacía que los huéspedes pudieran llegar directamente desde la lejana Buenos Aires a las puertas del hotel sin parar en Mendoza. Luego de un largo y agradable viaje en los confortables camarotes, llegaban las familias con sus baúles de ropa y equipajes para tomar estadías que a veces llegaban a los 30 días. Muchos huéspedes llegaban al hotel esperando rehabilitarse de alguna dolencia con los tan ponderados beneficios de las aguas termales, y otros simplemente a descansar en un lugar de lujo. Era habitual por esos días ver a las damas bajar del tren con sus largos vestidos, y a los caballeros con sus mejores trajes. El hotel contaba con 70 habitaciones que podían alojar hasta 140 personas. Los huéspedes preferían en general el ala que daba al río y que disponía de las mejores vistas del valle y  las montañas. Cada habitación tenía su propia bañera con agua termal, todo un lujo para la época. Otra rareza del hotel era el túnel subterráneo que comunicaba el edificio principal con la fuente termal donde estaban las surgentes de las aguas. Las cenas en el restaurante eran todo un lujo y un gran acontecimiento social, donde los pasajeros podías disfrutar de una exquisita gastronomía  y los caros vinos franceses que alojaba en su bodega. Era habitual ver a importantes personajes de la política de Mendocina y Nacional, así como también reconocidas artistas y escritores de aquella época.

El edificio del Hotel era una gran construcción de estilo Inglés, y era considerado de 5* en su tiempo. Aunque se dice que los materiales con los que fue construido no eran los adecuados para las inclemencias del clima y los peligros de aludes que son frecuentes en esta zona. Pero era un icono y un paso obligado para los viajeros y turistas que se aventuraban a cruzar la cordillera.  Disponía de una amplia y moderna cocina que abastecía los requerimientos del hotel, donde también se fabricaba la pastelería y panadería que se consumía. También tenía consultorio médico, farmacia, barbería y peluquería, servicio de lavado y planchado de ropa. Los pasajeros podían disfrutar de diversas actividades: había una sala de cine, cancha de tenis, billar, croquet y también se organizaban paseos y excursiones para disfrutar los atractivos  de que disponía la zona. Y por supuesto, los baños termales que eran la principal actividad del hotel. Disponía de luz eléctrica que se producía con una bomba que funcionaba a nafta.

El hotel siguió funcionando de manera irregular con el paso de los años, cambiando de manos y de administraciones con los diferentes gobiernos, hasta que el  15 de Agosto del año 1965 alrededor de las dos de la tarde sobrevino la catástrofe que convertiría al hotel en una leyenda. Las fuertes nevadas de las últimas semanas habían producido una gran acumulación de nieve en la zona. El desastre parecía inminente. El alud se precipitó después del mediodía desde el cerro Banderita Sur y destruyó casi completamente el hotel. Solo se salvó milagrosamente la capilla que se encuentra a pocos metros del mismo y que aún permanece en pie.  Por la noche, a la hora de la cena, otro alud bajó del cerro en la vecina localidad de Las Cuevas matando a muchas personas y destruyendo gran parte de la villa. Una verdadera tragedia en su época que marcó para siempre la historia del lugar.

Del Gran hotel que una vez fue, quedan hoy algunas ruinas y la inmaculada capilla, que se yergue intacta, como desafiando el magnífico poder de la montaña. Lamentablemente, la formación que conocemos como Puente del Inca hoy no puede atravesarse por el peligro de que la formación colapse. Eso impide acceder a recorrer las ruinas del hotel y la capilla.

Pueden verse dos grupos de ruinas. Las más lejanas, son los restos del edificio principal del hotel. Lamentablemente, no más que una pila de escombros, ya que el alud lo destruyó casi completamente. Apenas quedan algunas paredes que nos permiten visualizar algunos ambientes y parte de la forma que tuvo el edificio. Debajo del puente, están las ruinas más conocidas del hotel, que es la parte perteneciente a los baños termales, que habitualmente se ven en todas las fotografías del lugar. Es la única parte que se salvó del alud, pero no del paso del tiempo y del abandono.  Las filtraciones de las aguas sulfurosas y ferrosas han trasformado lo que queda del edificio con formaciones de colores rojos y anaranjados que parecen chorrear de las paredes y techos. Caminando por el interior de las ruinas, se pueden ver aún las piletas termales que los huéspedes utilizaban para tomar sus baños reparadores. Aún pueden verse en sus paredes los azulejos que revestían las piletas, restos de pintura y de mampostería. También está el túnel que comunicaba la zona de los baños termales con el cuerpo principal del hotel, aunque está lleno de barro y escombros lo que hace que sea muy peligroso acceder a ciertos sectores de las ruinas.

Como en otros casos, es una lástima que las ruinas del hotel no sean preservadas al menos parcialmente, recuperando algunos objetos y fotos pertenecientes a este lugar que es parte de la historia y del patrimonio de la provincia. Al igual que la antigua estación del ferrocarril trasandino, junto a las vías, galpones y señales que hoy se encuentran abandonadas y  en ruinas. Siendo la ruta 7 y la pequeña localidad un punto tan importante en el camino a Chile, un lugar donde tanta gente hace un alto en el camino para descansar, la preservación de estos lugares históricos sería un lugar de visita interesante y obligada. Lamentablemente,  de seguir así, en poco tiempo será solo un recuerdo.

Leandro Bandoli


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