El viejo almacén del Foyel es una rareza en el camino, un lugar ideal para hacer un alto en el camino, comer algo y conocer una pequeña pero interesante parte de nuestra historia.

Salimos de Bariloche temprano por la ya mítica ruta 40 con destino a El Bolsón, que serpentea entre cerros, lagos y paisajes que no le dan descanso a la vista.  Atravesamos los lagos  Gutiérrez, Mascardi y Guillelmo y luego hermosos parajes de montaña. La localidad del Foyel es apenas un punto en el mapa. Un caserío de construcciones dispersas y algunos negocios sobre la ruta rodeado de montañas y bosques de lengas. En el Km 1960 de la ruta, sobre mano izquierda, una vieja construcción de madera y chapa llama la atención. Es el viejo almacén de El Foyel.  Una foto pintada en una chapa del cacique que da el  nombre al lugar, otro que dice “Restorán de Campo” y algunos anuncios de comidas caseras y cerveza artesanal, son el marco ideal para decidir definitivamente que hay que parar a conocer este lugar. 

El lugar tiene algo de mágico, de fantástico, quizás por eso de permanecer desde tiempos antiguos en esta zona tan remota del sur, con un clima tan hostil en invierno, tan solitario.  Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente comienza al abrir la puerta de este lugar mágico. Su interior parece un museo que rescata la historia de este mínimo lugar en el mundo a través de antiguos objetos, recortes de diarios, cuadros y fotos de los caciques indígenas que poblaban esta zona, antiguos mapas, viejas botellas y objetos de antaño decoran sus viejas paredes de madera rustica, techos y estantes.  El mostrador es también muy antiguo, y tiene un sector con vitrinas en las que se exponen algunos objetos para la venta, cuchillos, mates, tasas, algunas artesanías, tejidos y libros.

La poca luz que ingresa por las ventanas le da al interior una atmósfera especial. Siete u ocho mesas en el salón conforman el Bar y Restorán. Las mesas son rústicas, hechas con troncos, y una infaltable salamandra a leña le dan al lugar una inusual calidez, un ambiente cálido y amigable en el cual conviven por momentos viajeros  de todo el mundo que ingresan y se sorprenden gratamente. Cerveza artesanal, comida casera y el ambiente ideal para compartir historias y vivencias de los viajes realizados.

Un muchacho joven atiende el lugar. Es el anfitrión, el barman y el mozo. Su presencia es tranquila, su trato amable, y en medio de su trabajo responde las preguntas de los sorprendidos viajeros.

Si quiere llevarse un recuerdo, en el Viejo Almacén se venden dulces caseros, Ahumados, licores, quesos, vinos y también recuerdos como mates y tazas con el nombre del lugar. También es una buena experiencia quedarse a comer platos como trucha, o cordero al horno con papas,  y tomar buen café con alguna torta casera.

Pero hagamos un poco de historia. Antes de que se proyectase la construcción de la ruta entre Bariloche y el Bolsón, lo que había era apenas una huella que demandaba una semana para unir ambas ciudades. En esa huella, en el paraje el Foyel, había en aquellos tiempos una escuelita y un almacén, que junto a otros dos que estaban en la zona servían para atender las necesidades de los pobladores y viajeros que pasaban por estas latitudes.  Más adelante, se instaló en la zona un aserradero, que trajo aparejado el crecimiento de la población del lugar, lo que sumado a la construcción de la nueva ruta hizo que el almacén se convierta en Parador, hostería, Comedor  y almacén de ramos generales. A partir de la década del 70, el almacén cambió varias veces de dueños pero se mantuvo funcionando, y se fue convirtiendo en un hito para los viajeros que transitaban estos caminos. A partir del año 2002 el almacén fue restaurado, manteniendo su esencia y repensado como un espacio cultural.  

Cuesta el momento de la despedida. Hay algo en el lugar que hace que a uno le cueste despedirse, quizás sea esa calidez tan especial que se vive en su interior. Sin embargo está también la satisfacción de haber parado en un lugar mágico  y único que bien valía la pena.